Voy a ser claro desde el principio: no soy vegetariano, ni practico yoga todos los días, y llegué a Palmaïa con cierta curiosidad, pero también con escepticismo. Y me fui completamente transformado.
Este lugar tiene algo especial. No solo es hermoso (porque lo es, en todos los sentidos), sino que se siente auténtico, intencional y profundamente humano. Todo está pensado para invitarte a bajar el ritmo, respirar, y disfrutar sin excesos.
La comida fue una sorpresa absoluta. Aunque la mayoría de la propuesta es plant-based, el sabor, la creatividad y la calidad son espectaculares. Como alguien que disfruta un buen corte de carne, puedo decir que si extrañé la carne pero me sorprendieron. Tienen también opciones con proteína animal si lo deseas, pero me encontré disfrutando platos veganos que jamás pensaría pedir. (Aunque si podría haber más opciones con proteína animal)
El programa de bienestar no es algo impostado. Hay rituales, clases, experiencias de sanación… pero sin presión. Lo haces si quieres. Yo me animé a probar la ceremonia del cacao y yoga.
El servicio es cálido y sin pretensiones. El servicio de playa es bueno (depende de quien sea tu anfitrión… Emilio muy buena persona)
Y como olvidar el carrito de tacos … aunque vegetarianos top! Y Reyes hizo la diferencia!
Palmaïa no es un resort, es una experiencia. Incluso si no encajas en el “perfil wellness”, aquí vas a encontrar algo diferente.